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El antiguo 'Pozo de la boticaria' en el término municipal de Miajadas JUAN MANUEL RENA

Desde la distancia: «Debemos propagar los inmensos atractivos de nuestra tierra más allá de los clásicos recintos medievales»

opinión ·

Disfrutar de ese paisaje primaveral con cielos cabalgados por nubes blanquecinas y pájaros, esas plazas de pueblecitos que parecen echar una permanente siesta mientras te sientas en una terracita con una cerveza

antonio gutierro calvo

Miércoles, 26 de mayo 2021, 17:49

De alguna manera los miajadeños que vivimos lejos del terruño ejercemos de embajadores sin título, sin reconocimiento y sin sueldo de nuestra tierra. Para más 'inri', a veces somos despreciados por atrevernos a opinar sobre nuestro suelo patrio de nacimiento, como si quisieran desposeernos de esa patria hermosa que es nuestra infancia y adolescencia, guardada en lo más hondo de nuestro ser. 'Forasteros' nos llaman algunos.

Es curioso que cuando dices que eres de Extremadura la mayoría se refieren automáticamente al Valle de Jerte o a las Hurdes, pareciera que todo se reduce a eso. Uno como quinta esencia de lo hermoso, la otra como exponente del atraso y de la miseria. Muy poca gente conoce la variedad de paisajes que conforman la extensa superficie extremeña. Alguno se atreve incluso a hablarte de la parte vieja de Cáceres o Guadalupe. Poca gente, por no decir nadie, te habla de ese paisaje de pura naturaleza, virgen y escasamente hollado de sus preciosas dehesas o de sus montañas 'cuasi pirenaicas'.

Se desconoce completamente lo que es contemplar y disfrutar de ese paisaje primaveral salteado de encinas, con esa alfombra de mil y un colores en el que pasta el ganado, con ese andar cansino y adormecido que invita a la contemplación de una belleza serena, pacífica, hermosa. Esos cielos cabalgados por nubes blanquecinas con ribetes ámbar, mientras se aprecia el volar de los pájaros y el ejercicio coral de sus trinos. Esos pequeños arroyos con esa agua cristalina, casi escondida, que más que verla la intuyes por ese ruidito casi imperceptible que provoca en su lento y quedo deslizamiento. Esas plazas de pueblecitos que por no molestar parecen echar una permanente siesta, mientras te sientas en una terracita con una cerveza y contemplas pasar algún que otro parroquiano con esa quietud, con esa parsimonia de quien sabe que la prisa es contraria al disfrute del mundo.

Queridos paisanos, Extremadura tengo la impresión de que es una gran desconocida más allá de los tópicos. Creo que muchísima gente no sabe quiénes son los Pizarro, Hernán Cortés y compañía, ni la Sierra de Gata, ni los Ibores. Es menester hacer un esfuerzo para propagar sus inmensos atractivos más allá de los clásicos recintos medievales. El turismo, los turistas, cambian de gustos. Hay una pléyade inmensa de jóvenes jubilados, con cierto poder adquisitivo, que estarían dispuestos a dejarse sorprender. Nos están esperando.

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