«Un soneto me manda hacer Violante que en mi vida me he visto en tanto aprieto…», así comenzaban unos versos de Lope de Vega. Tal cual me ha ocurrido cuando una joven dama, deudora de cafés y malhablada, me ha retado para que escribiera unas líneas sobre San Valentín y el amor. Así, como suena. Yo, que de San Valentín lo único que sabía era que ese día a la tarde nos daban fiesta en la escuela porque el maestro a ese nombre respondía, con el don delante. Servidor, que ha tenido una única novia en su vida y con ella llevo cincuenta años casado. Servidor, que no se ha jamado un rosco, a mí me piden que escriba sobre el amor.
El amor, esa felicidad que pedimos a otra persona porque nosotros no podemos conseguirla solos. El amor, algo parecido a la creencia en la existencia de Dios que, según algunos filósofos, no es otra cosa que un anhelo del ser humano. Algo muy parecido pasa con el amor cuando dotamos a una persona, que en un momento determinado se ha cruzado en nuestra vida, de todas las virtudes humanas, y a partir de ahí se han desencadenado unos sentimientos almacenados en algún lugar de nuestro ser. Lo que en un momento fueron encuentros diarios en el autobús a la vuelta del trabajo, mañaneras por los montes de Gipuzkoa, acudir a los ensayos en el coro que cantaba, acompañarla a los conciertos por la geografía vasca y terminar gustándome la música clásica que tanto me aburría antes, conduce a un altar vestidos de domingo y contestando a un cura que te dice esas cosas de «en la enfermedad y en la salud, en la alegría y en la tristeza, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre».
Y así llevamos ya casi cincuenta años que se cumplirán en septiembre. El amor, como esa planta que se riega se abona y se cuida, se va transformando con el tiempo y comienza a abarcar a más personas. En el mismo lote entra una nueva familia que se incorpora a la tuya. Van apareciendo hijos y respectivas, nietos y demás. Y en mi caso un nuevo idioma como es el euskera. El amor se desparrama, el foco de atención se amplía, ya no recae sobre una única persona.
Según mi pequeña experiencia, eso es el amor. Permitido discrepar.
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