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La iglesia, la antigua farmacia y la churrería de Miajadas. CEDIDA POR SANTIAGO JAVIERLORO
Desde la distancia: «¿Cómo era el Miajadas que recuerdo? Un pueblo feliz y alegre, como los de la infancia»

Desde la distancia: «¿Cómo era el Miajadas que recuerdo? Un pueblo feliz y alegre, como los de la infancia»

OPINIÓN ·

Tiempos de tertulias en las noches de verano con los vecinos, donde la calle era la mejor instalación deportiva que pudiera tener un niño

ANTONIO GUTIERRO CALVO

Miércoles, 7 de junio 2023, 23:06

Un día de finales de mayo, mes de las flores (¡Venid y vamos todos con flores a María!) me nacieron en una casa de la calle Don Benito, siendo día de Corpus Christi. Hace ya la friolera de 75 años. Como dirían los versos del poeta Núñez de Arce «¡Setenta y cinco años! ¿Quién me diría que tuviese al cabo de ellos, si no blancos mis cabellos, el alma apagada y fría?»

El primer recuerdo es el de estar sentado al lado de mi madre leyendo algo en voz alta, mientras ella cosía al lado de la puerta entreabierta. ¿Cómo era el Miajadas que recuerdo? Un pueblo feliz y alegre, como son todos los pueblos de la infancia de cualquier niño a pesar de que no hacía mucho había finalizado la guerra española y la 2ª Guerra Mundial. Tiempos de cartilla de racionamiento con el sello correspondiente. Un pueblo en el que las calles, sin asfaltar, estaban llenas de vida. En donde a los ojos de un niño se ofrecían los variados oficios de la época; carpinteros, cesteros, guarnicioneros, herreros, zapateros remendones y demás. En donde la calle era el salón de casa. En donde las mujeres hacían bolillos y charlaban protegidas del viento por una manta colgada; aunque parezca mentira 'Sálvame' no existía. Tiempos de tertulias callejeras en las noches de verano con los vecinos, tomando la fresca. En donde en las tiendas no había bolsas, sino papel de estraza. La calle era la mejor instalación deportiva que pudiera tener un niño. El repeón, los bolindres, el gua, el pingoné, el mocho, la quecún, el aro. En donde las casas tenían vida con aquellos ruidos de los guarros y de los gallos. Perros sueltos por la calle y gatos por los tejados. Tiempos de aguaeras y serones. Tiempo de recogida de cagajones, de represas.

De escuela de tía Beatriz. Tiempos de la iguala de médicos y practicantes, de don Juan y don Alfredo. De ese Miajadas sin agua, sin televisión y sin radio. Una Miajadas de estrébedes, de sopas de tomate, de gazpacho y de garbanzos. De los pantalones cortos hasta los 14 años, de sabañones, del carámbano en los charcos. Del de la laguna Nueva y del «mapa», en donde tantos aprendimos a nadar.

Del Miajadas de ayer que tan presente está en mi recuerdo y al que quiero volver cuando el destino me llame para otros menesteres.

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