
Desde la distancia: «La matanza, más allá de un acto económico, era además un rito con una ceremonia»
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«La verdad es que la escena de sacrificio del cerdo, que durante el año habían estado engordando en el corralillo, era tremenda»opinión ·
«La verdad es que la escena de sacrificio del cerdo, que durante el año habían estado engordando en el corralillo, era tremenda»antonio gutierro calvo
Martes, 31 de enero 2023, 23:33
Permanecen indelebles marcadas a fuego en mi memoria aquellas escenas de las matanzas. Vistas desde la distancia, física y temporal, más allá de ser un acto económico era, además, un rito con una ceremonia bien diseñada y ejecutada en la que las funciones de hombres y mujeres estaban bien definidas.
Una vez llegados los fríos era el momento de ponerse manos a la obra. Los cerdos que durante una buena parte del año habían estado engordando en el corralillo, a base de sobras de comida, higos y algo de pienso, estaban preparados para el sacrificio una vez llegaban a una serie de arrobas, que es como siempre se han pesado los cerdos -un cerdo tipo andaba por las 12 arrobas-.
La verdad es que la escena era tremenda. Normalmente se contrataba a un 'matachín' que, armado de un cuchillo de buenas dimensiones y pertrechado de unas cuerdas que amordazaban la boca del animal, esperaba que éste fuera puesto en la mesa acorralado por unos tres o cuatro hombres. Después de señalado en la garganta, entre gritos desgarradores, hincaba el cuchillo inmisericorde y brotaba un chorro de sangre hacia un barreño, agitado por la mano remangada de una mujer que giraba en el mismo sentido para que la sangre no se coagulara. Después venía la labor de chamuscar al animal para que desaparecieran los pelos de la piel, y el despiece, convenientemente separado en recipientes preparados al efecto.
Se acercaban las personas de la vecindad, invitadas, para que se tomaran un vasito de aguardiente (todos compartiendo el mismo) y unos higos preparados al efecto. Para entonces ya se habían apartado unas piezas del animal para llevar al veterinario y comprobar si el animal era perfectamente comestible a través de la prueba de la 'triquina'. Normalmente no se aguantaba sin catar la carne del cerdo. Una 'presa' se echaba encima de la brasa y se comía, total ¡cómo iba a estar malo aquello que tenía tan buena pinta! Después venía la morcilla, el chorizo, el morcón, los lomos, el jamón. Todo ello terminaba cortado y mezclado en las artesas, y después colgado en la cocina de bóvedas de las casas. Eso sí, a veces el solomillo y el jamón se vendía para financiar parte de los costes del cerdo. Economía de subsistencia.
¡La matanza, qué recuerdos! A mí me gustaba el contrario de la patatera, soy 'asina'.
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