
Desde la distancia: «Es un placer 'fisgar' descuidadamente esos patios engalanados con macetas»
OPINIÓN ·
Unos oasis de paz y belleza que contemplar mientras paseo por un pueblo que se ha quedado demasiado silencioso, quizás hasta un poco tristeOPINIÓN ·
Unos oasis de paz y belleza que contemplar mientras paseo por un pueblo que se ha quedado demasiado silencioso, quizás hasta un poco tristeANTONIO GUTIERRO CALVO
Viernes, 24 de noviembre 2023, 21:49
Uno, a su edad, ya no es un andarín que va atravesando los campos de las 'jesillas' o de los 'canchales', e incluso por el monte de Escurial, cuando vuelve a su pueblo. Uno se ha convertido en un retuerce esquinas, en un gasta suelas urbano. No importa, es algo con lo que disfruto, donde más lejos llego es a las instalaciones deportivas o a la zona industrial.
Ese andar pausado, casi a ritmo de escaparate, te permite pensar, fijarte en los detalles, conocer las nuevas edificaciones, saludar a alguna vecina de esas que aún barren y asean la parte de la calle que linda con su casa y fisgar por aquí y por allá.
Como siempre me impresiona el silencio y la soledad de las calles. Ya no se oyen el cantar de un gallo, el rebuznar de un burro, el gruñir de un guaro desde el corralillo, los ruidos propios de esas casas de labradores haciendo alguna faena dentro de ella. Tampoco se ven esos oficios que se hacían casi en plena calle como arreglar una silla con juncos, ver a un carpintero con una garlopa en la mano, o un herrero trabajando en una fragua. Observo que ya no canta nadie haciendo las faenas de las casas, ni tampoco se oye la radio mientras se hace la limpieza. ¡Qué tiempos aquellos en que uno oía aquello de Radio Intercontinental, Madrid! No, el silencio y la pulcritud de las calles lo inunda todo. No se ve un reguero de paja, ni cagajones, ni perros callejeros. Nadie se ve venir de un huerto montado en un burro con las 'aguaeras' encima de la albarda. Ese tiempo pasó. Todo está en orden, en silencio, quizás un poco triste para mi gusto.
Lo que sí me llama la atención, y para bien, son esos portalones abiertos de los antiguos paradores que antes servían para guardar el carro y hoy están convertidos en algo parecido a un patio cordobés, tal es la profusión de macetas de todo tipo que lo engalanan. Sí, es un placer fisgar descuidadamente, haciéndose el distraído, esos pequeños oasis de paz y belleza. Mi felicitación a esas mujeres que, a buen seguro, son las que cuidan de ellos.
En otros sitios hay Ayuntamientos que premian los balcones floridos. No estaría de más que en Miajadas se hiciera algo parecido con esos paradores que son un deleite para la vista.
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