Desde la distancia: «Veranos sin agua corriente en casa y sin aire acondicionado»
análisis ·
Tiempos sin electricidad, sin frigorífico, sin water, y con el único aire que proporcionaba un abanico desvencijadoantonio gutierro calvo
Lunes, 30 de agosto 2021, 22:57
Cuando escribo estas líneas son las seis de la tarde de un día determinado de agosto. Un familiar amable me remite una fotografía de la temperatura que hace en esos momentos por Miajadas. Al parecer el termómetro, por esos terrenos entre Los Canchos, las «Jesillas» y el Guadiana, es decir por esas vegas que han dado en llamar la Capital Europea del Tomate, marca 43 grados centígrados. Compruebo la que marca el aparato aquí en esta ciudad que es acariciada por el mar Cantábrico llamada la Bella Easo, Donostia o San Sebastián, y refleja 21. La prevista para la semana próxima se moverá entre los 25 y 17 como temperatura máxima. Varios días lloverá esa agüita que por aquí llamamos sirimiri. El cielo está cubierto y para sentarse en una terraza a ciertas horas de la tarde es menester ponerse un jersey sobre los hombros con las mangas envueltas en torno al cuello si no quiere uno resfriarse.
La información me ha llegado mientras doy cuenta de una tajada de melón después de haberme levantado de siesta. Hay costumbres que uno no pierde a pesar de haber transcurridos la friolera de sesenta años. Recuerdo esas tardes veraniegas de la infancia en las que, después de la siesta, con los ojos semiabiertos o semicerrados, después de haber recogido la manta tendida en la losa del duro y fresco suelo del pasillo de casa iba al corral y comprobaba la hora que era, por la altura que marcaba la sombra en la pared de adobe. Después, tambaleándote y mientras conseguías abrir del todo los ojos, ibas a la fresquera y cogías un trozo de sandía y dabas buena cuenta de ella, mientras más de un chorrete corría por el brazo hasta el codo.
Tiempos sin electricidad, sin agua corriente en casa, sin frigorífico, sin water, sin aire acondicionado más allá del que proporcionaba un abanico desvencijado. Tiempos en que la sombra protectora de más de uno en el campo, en los tiempos de siega, era la que proporcionaban las «aguaeras» y la albarda subida en ellas. Supongo que por aquellos tiempos no había termómetros más allá de los de las farmacias. Pero seguro que también haría las temperaturas de hoy. ¡Pobres gentes, lo que sufrirían aquellas personas en sus faenas cotidianas del verano!
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