

Jairo Pino Mendoza
Martes, 3 de octubre 2017, 17:32
Dicen que hay dos tipos de personas: los estoicistas y los epicureístas. Los primeros son los que llevan una vida llena de sufrimiento y los segundos son los que disfrutan de los placeres. Juan Antonio Galán (Cáceres, 1980) es una mezcla de ambos estilos de vida. Ha aprovechado los palos que le ha dado la vida a él y a su familia para intentar ser feliz ayudando a los demás a través de lo que más le gusta.
Su familia siempre regentó un bar. Tras morir su padre, Juan Antonio continúo abriendo el negocio. Hasta el momento en el que su madre le envió al Opus Dei a Valdivia. «Yo allí no quería ni a tiros, así que le dije que hacía lo que quisiera, incluso peluquería, para que me sacara de allí», cuenta el miajadeño emocionado.
Tras estar en la academia, pronto empezó a compartir espacio de trabajo con su madre en su peluquería. «Me gustó mucho así que pronto le cogí el hilo y me apliqué al cuento», relata. Ha hecho también varios cursos de LOréal en Madrid y hace apenas dos semanas que dejó el negocio de su madre y ha abierto una nueva peluquería en la localidad. Además, da cursos de formación a nuevos alumnos.
Juan Antonio siempre tuvo en mente empezar a ayudar a los demás. En un viaje a una feria de peluquería a Madrid conoció a Saúl Sancho, peluquero de Badalona y creador de la oenegé Tijeras Solidarias. En la recogida de un premio, Sancho animó a los peluqueros allí presentes a participar con la organización. «En el próximo viaje me voy», pensó inmediatamente Juan Antonio.
El único viaje hecho hasta el momento por el miajadeño tuvo lugar en febrero de este año. Un grupo de peluqueros viajaron hasta Atenas (Grecia) con el objetivo de, según Tijeras Solidarias, «proporcionar, en casos de emergencia humanitaria y por carencias de medios, la higiene y la adecuación necesaria del cabello para contribuir al desarrollo físico y psicológico en condiciones de dignidad de cualquier individuo o colectivo en riesgo de exclusión».
Esto consigue que a nivel psicológico se les levante la autoestima. «Es lo que podemos hacer nosotros ya que no somos médicos ni cirujanos ni entendemos de burocracia, por lo que utilizamos nuestras herramientas para hacer lo que podemos», explica Juan Antonio Galán.
La finalidad es también que las personas refugiadas reciban formación y poco a poco se vayan arreglando el pelo unos a otros. Por ese motivo han llevado también al país griego cepillos, peines, tijeras, gomas para el pelo, máquinas de afeitar y productos desparasitarios. Algunas firmas de estética y de belleza también han colaborado con el proyecto.
Describe todavía impactado cómo la ciudad de Atenas está llena de ruinas y le llamó mucho la atención la ocupación del Hotel Palace por más de 2.000 refugiados. Su día a día durante la semana que estuvo allí consistió en arreglar el cabello de los refugiados desde que salía el sol hasta incluso las 11 de la noche. Cuenta orgulloso que todo es costeado por cada uno de los voluntarios, pero aprovecha la ocasión para solicitar la colaboración de las administraciones con la financiación de estos proyectos para que las cantidades de dinero puedan ser invertidas de forma íntegra en servicios y comida para los refugiados.
En una ocasión, Juan Antonio puso el pelo de punta a un pequeño sirio. Ahora pone los pelos de punta del cuerpo de las personas que escuchan sus relatos. «Son gente que lo ha perdido todo», dice emocionado el peluquero. «Conocimos la historia de uno cuya barca zozobró, su hermana se murió y él estuvo varios días a la deriva en el mar; u otro que tenía una cicatriz en la cabeza por el estallido de una bomba», cuenta con lágrimas en los ojos.
El estado actual del proyecto está bastante avanzado. Ya han conseguido una caseta de obra que hace la función de peluquería. Los peluqueros que cambian mobiliario lo donan a la oenegé y esta lo lleva hasta Atenas. Según el miajadeño, «tener un tocador, un cachito de silla y un lavacabezas permite hacer más en menos tiempo». El objetivo perseguido por la organización es hacer más viajes y seguir colaborando con los refugiados. «Mi idea es volverme a ir cuatro o cinco días si mi lo economía me lo permite», dice entusiasmado el peluquero.
Apoyo
Saúl Sancho concibió la idea del proyecto al escuchar que en los campos de refugiado de Lesbos se afeitaban las cabezas para desparasitarlos. Esto le recordó a los campos de concentración y consideró que los pequeños ya tienen bastante con sus condiciones de vida como para que, además, los encierren y los afeiten.
Hay varias formas de colaborar con Tijeras Solidarias. Una de ellas es haciéndose voluntario, ya que la organización está constantemente buscando profesionales del sector para que se sumen al proyecto. La segunda es una donación económica. La oenegé tiene que llegar a la cifra de 2.000 euros para que el proyecto siga siendo viable.
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