Placer de dioses: las migas, el brasero y la mesa camilla
«Los que, por circunstancias de la vida no los tenemos a nuestro alcance, sabemos valorarlos en su justa medida»
antonio gutierro calvo
Jueves, 25 de enero 2018, 13:04
Hay placeres que por lo cotidiano no sabemos apreciarlos. Uno de ellos es lo relacionado con ciertos maridajes (unión íntima o armoniosa de dos cosas entre sí). Me refiero, en particular, al que se produce entre las migas, el brasero y el frío. Los que, por circunstancias de la vida no los tenemos a nuestro alcance, sabemos valorarlos en su justa medida. Es lo que pasa en general con las cosas de la vida. Las valoramos cuando nos faltan.
Recientemente he tenido la oportunidad de volver a sentir ese placer. En un día lluvioso y con frío, las dos cosas en abundancia, he tenido la ocasión de poder disfrutar del paisaje extremeño por la zona de Miajadas, Guadalupe y Los Ibores. Esa conjunción de soledad, silencio, terreno ondulado, encinas, prados con verdor incipiente, ganado pastando y lluvia me retrotrae a mi adolescencia, tan cercana en el recuerdo. Después de Guadalupe el paisaje cambia, la soledad se acrecienta, las curvas se tornan continuas, el monte se agiganta, los valles se esconden tras las montañas y algún corzo sale a saludarnos en la carretera. La hostelera de Castañar de Los Ibores, con su charla incesante y su café calentito, humaniza el paisaje.
La ronda ha sido larga en kilómetros bajo la fría lluvia. A la vuelta nos espera una buena sartén de migas. En mi memoria se agolpan imágenes de botella de Anís del Mono con aguardiente, plato de porcelana con higos, matanza, trébede, badila, cabeza de ajos en la brasa, vino cano de mi pueblo bebido a morro, círculo de personas cuchara en mano metiéndola en la sartén mientras se pone la otra mano debajo para que no se caigan, queso blando, salchichón, aceitunas cortadas o machadas, y café con leche para terminar.
Hoy, las migas y su acompañamiento han sido alrededor de una camilla brasero con las sayas bien largas. Después del recorrido por esos campos de Dios, de esa Extremadura profunda, el maridaje entre las migas y el brasero es un placer de dioses. Para rematarlo, la cuchipanda ha terminado con un par de horas traspuesto en un sillón con orejeras. Lo que les digo, hay placeres que sólo están al alcance de aquellos que saben valorar las pequeñas cosas de la vida. No los desperdicien. Las migas, el brasero y la mesa camilla es un placer de dioses.
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