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¡Larga vida a la Fábrica de Otero!

¡Larga vida a la Fábrica de Otero!

«Entonces la fuente de energía casera era el carbón, el picón y la leña que servían tanto para hacer la comida como para calentar el agua»

antonio gutierro calvo

Jueves, 29 de marzo 2018, 11:21

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La palabra Otero está unida a mi memoria con Fábrica de Otero y Cine Otero. Para mí la fábrica era ese enorme edificio que se veía por encima de la valla, en frente del cruce de Escurial, con sus enormes nogalitos sin que yo tuviera idea de lo que significaba eso de fábrica. A decir verdad me imponía aquel grandioso edificio. Después supe que aquello tenía que ver con la electricidad.

Tiempos cuando esta palabra significaba a los ojos de un adolescente de familia pobre la bombilla que colgaba en mitad de la casa y que se encendía y apagaba junto con la luz de la calle, aquellas bombillas callejeras con un brazo y una pieza como la de los azafates que se movía y hacía un ruidito cuando era azotada por el viento. Ya me perdonará la familia Otero pero alguna vez aticé a alguna con una piedra.

Tiempos en que, además, se cortaba la corriente porque, como se decía entonces, se había averiado el transformador de Campo Lugar que tenía la culpa de todo. Entonces la fuente de energía casera era el carbón, el picón y la leña que servían tanto para hacer la comida como para calentar el agua para lavarse en invierno. Tanto es así que una noche de invierno me lavé los pies con el caldo de la sopa porque confundí, en la oscuridad, el pote del agua caliente con el de la sopa. Me di cuenta cuando noté que alguna sustancia sólida se pegaba a la pierna. Dejé sin sopa de tomate a mi pobre madre aquella noche.

El cine era otra cosa. Evoca a butaca, anfiteatro, gallinero, a pipas, a garbanzos tostados, a altramuces, a personas endomingadas, a Kit Carson y el Toro, a cine de verano, a Eloy qué ponen hoy, a paseo desde el cine hasta la empresa Fernández, a ir detrás de las chicas en la misma posición que iban éstas, a toleradas y no toleradas, a peseta la función, a aplausos y pateos en gallinero cuando llegaban los buenos a caballo.

En fin, ojalá y hubiera habido una docena de fábricas en Miagadas en otros sectores de actividad por aquellos entonces; quizás no tuvieran que haber salido tantas familias en busca de una vida mejor. ¡Larga vida a la Fábrica de Otero!

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