OPINIÓN «Desde la distancia: Somos vida y queremos vida alrededor»

No hay nada más aleccionador en esta vida que lo vivido en primera persona. Es una experiencia inigualable. Que de esa experiencia, de esas vivencias se deriven o no nuevas acciones o comportamientos de cara al futuro dependerá de diferentes circunstancias y características tanto personales como sociales. Cada uno de nosotros, en estos días de tristeza y desasosiego habremos aprendido algo, de mayor o menor importancia, de más o menos trascendencia. Es posible que hayamos caído en la cuenta y habremos valorado nimiedades que hasta ahora se nos hayan pasado desapercibidas a pesar de estar bien presentes ante nuestros ojos. Cada cual habrá tomado buena nota de ello, estoy seguro.

Reconozco que en mi caso me he dado cuenta que lo que más me atrae, lo que más entretiene, lo que más me motiva, es todo aquello que tiene vida propia. Al fin y al cabo somos vida y estamos rodeados de elementos vivos. Aquello que denominamos 'materia muerta' ha perdido encanto, capacidad de atracción. Ni el edificio más hermoso, ni la obra pictórica más sublime, ni la escultura más bella, nada de ello es comparable con el espectáculo inmenso que nos ofrece la naturaleza, los animales o los seres humanos. Somos vida y queremos vida a nuestro alrededor.

El pasear por una calle con todos los establecimientos comerciales e industriales cerrados, sin gentes, es de una tristeza inmensa. Los edificios con sus ventanas y puertas cerradas, con sus persianas bajadas, asemejan fantasmas que te miran al pasar. Tienen la petrificación y la inexpresividad del rostro de un difunto. A pesar de mirarlos una y otra vez la imagen que te devuelven es la misma.

La más bella obra de arte, el más esplendoroso de los edificios, la maquinaria más espectacular, es completamente insignificante al lado de un simple árbol agitado por una suave brisilla, la contemplación del lento y cantarín correr de un hilillo de agua de cualquier arroyo en primavera, del vuelo majestuoso o repentino de un pájaro, del lento e interminable batir de las olas del mar o del espectáculo permanente e inenarrable de cualquier ser humano en su vida cotidiana.

Somos vida y queremos vida a nuestro alrededor. Todo lo demás son subterfugios, remedos y engañifas. No la desperdiciemos. Busquemos el mejor camino, merece la pena.