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Clase de Don Pascual, escuelas de la Puente, 1955 A.G.C.
Opinión: Tiempos de pizarra, pizarrín, pupitre de madera compartido y leche en polvo

Opinión: Tiempos de pizarra, pizarrín, pupitre de madera compartido y leche en polvo

Opinión ·

La escuela de 'tía Beatriz' y escuelas de la Puente, cuando la memoria se ejercitaba diariamente memorizando poesías

ANTONIO GUTIERRO CALVO

Jueves, 24 de septiembre 2020, 22:20

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No recuerdo tener síndrome vacacional cuando allá por finales del mes de la recogida de los higos en las 'jesillas' y en los 'canchales' volvíamos a la escuela después del periodo vacacional escolar. Será que en aquellos tiempos no había vacaciones en la playa ni nada que se le pareciera. Eso de los viajes veraniegos no existía. Todos los chavales nos quedábamos en el pueblo tan ricamente con la única diversión de tener más tiempo para jugar.

Tiempos de la escuela de 'tía Beatriz', desde los tres a los siete años. Arremolinados en semicírculo junto a ella para que te tomara la lección, te revisara las cuentas o te comprobara si al escribir no te habías salido de los renglones. Tiempos de las Escuelas de la Puente de los 7 a los 10 años con el maestro don Pascual que Dios tenga en su gloria. Tiempos de pizarra y pizarrín, de pupitre de madera compartido con hueco para la pluma, el tintero y la regla. Tiempos de leche en polvo y queso amarillento.

Tiempos en los que no existían esas mochilas enormes que tapan donde la espalda pierde su santo nombre. Tiempos en los que la memoria se ejercitaba diariamente memorizando poesías; aún repito La Pedrada de Gabriel y Galán. Tiempos en que las bienaventuranzas se aprendían con lo de 'poman lloan milim papa', sus sílabas iniciales. Tiempos en donde no se producían aglomeraciones de coches ni de bicicletas a la entrada de los colegios. Tiempos de la Academia Nebrija, con don Valentín y doña Carmina, a donde venían chavales de Escurial cabalgando sus bicicletas. Tiempos en los que la pared de la iglesia nos servía para jugar al frontón.

Tiempos de, seguramente para muchos, la primera vez que montábamos en coche para el examen de bachiller en Cáceres con el ruego de que tomáramos una pastilla para evitar el mareo en las curvas de Valdemorales. Finalmente, tiempos de ir a la casa de don Valentín con sus hijos Paco, Sole, Nena, Pili, Mari Carmen con la calle de tierra en donde desplegábamos nuestros juegos.

En resumidas cuentas, tiempos sin agua corriente, sin váteres, con una sola luz en las casas que se encendía cuando la luz de la calle, sin recogida de basuras. Pero, sin duda, tiempos felices en los que uno, con el tiempo, entiende que su patria es la niñez y adolescencia.

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