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Miguel Polo (derecha de cuclillas sobre la roca) en uno de los campamentos en Losar de la Vera CEDIDA
El padre Miguel, 'Migue', una vida en pro del amor en todas sus formas

El padre Miguel, 'Migue', una vida en pro del amor en todas sus formas

sociedad ·

Siempre mantuvo la esperanza de que la Iglesia Católica permitiera que los curas pudieran casarse y formar una familia

Viernes, 19 de febrero 2021, 20:16

El padre Miguel, 'Migue' para los amigos, falleció el pasado 6 de febrero a los 53 años al no poder superar la dura enfermedad del cáncer, pero dejó un legado lleno de amor en todas sus formas.

Miguel Ángel Polo llegó desde Plasencia a Miajadas pisando fuerte. «Lo sé, no tengo pinta de cura», bromeaba. Pero más allá de su apariencia, lo que dejó huella fue su forma de ser, su modo de ver la vida, 'el hombre de la eterna sonrisa', como le describen todos.

Ser profesor de religión en el instituto de Miajadas le llevó a conocer a Ana Carrasco, una alumna que se convirtió en una hermana. De Miguel destaca una filosofía de vida basada en el amor, el compartir, la humildad, el estar cerca de todos los que lo necesitan y el no juzgar a nadie por su forma de ver la vida.

Poco tiempo después, en 2003, se formó el Movimiento Rural Junior de jóvenes cristianos, con el padre Miguel como director y con monitores como Ana, que se dedicaba de forma altruista a realizar actividades de ocio con niños los fines de semana y enseñarles valores como la amistad y el amor. Porque él siempre decía que «Dios no es la Iglesia en sí, Dios es el amor, el que transmitimos cuando alguien lo necesita, cuando socorremos a alguien».

Allí tomó una gran amistad con la madre de uno de los niños, Omarcito, quien se convirtió en el otro amor de su vida, además de Dios: Catalina Pedrero. La trágica pérdida de Omar a causa de una enfermedad, les llevó a apoyarse el uno en el otro, hasta el punto de enamorarse. La Iglesia le pidió que reflexionara y meditara antes de decidir qué camino quería elegir, lo que le condujo a pasar unos meses en un convento y después marchar a Argentina de misionero, algo que siempre había querido hacer.

Una vida junto a Cati

Miguel y su mujer, Cati, en Granada CEDIDA

Sin embargo, ese retiro, ese silencio, le sirvió para darse cuenta del camino que quería tomar: «En una vida hay muchas vidas, como puede pasarle a mucha gente, que de repente descubre que necesita un cambio», explica su amiga Ana.

Al volver a España en 2004 comenzó una vida junto a Cati, una difícil decisión, puesto que él siempre tuvo la esperanza de que la Iglesia permitiera compatibilizar la familia con el sacerdocio. Con ella tuvo un hijo en común, Mikel, aunque Asier, el hermano mayor de Omar, también ha sido como un hijo para él.

Catalina siempre ha admirado el gran paso que Miguel dio por amor, un amor igual de grande que el que sentía por Dios y por la fe. Recuerda que se conocieron en 2001-2002 en una manifestación del 'No a la guerra' en la plaza de Miajadas: «Él estaba allí con las velas y una pancarta. Siempre ha sido muy luchador por la justicia, incluso en el seminario se saltó unas clases para acompañar a su padre, que era albañil, a una manifestación para reivindicar los derechos de los trabajadores. En Argentina también participó en una manifestación contra los caciques». Y es que Miguel siempre defendía que él era así y necesitaba luchar por la justicia y el amor entre las personas, que era lo que tenía que prevalecer.

Una persona diferente que, aunque tuviera un vínculo con la Iglesia, nunca dejó de estar con sus amigos de Plasencia de toda la vida. Un hombre que sufrió al ver cómo la gente se distanciaba a causa de la Covid-19, y que sentía que el mundo se estaba deshumanizando, sin besos, sin abrazos.

Sin embargo, otra enfermedad le alcanzó a él el pasado mes de noviembre, una enfermedad igual de cruel o incluso más que la Covid, el cáncer. Antonio Cancho, gerente de Amat, donde trabajaba Miguel desde hacía unos quince años, recuerda que no llegó a faltar ni un solo día en toda su trayectoria, hasta que los médicos le dieron la baja por este motivo de forma completamente inesperada.

Cerca de la Iglesia

Miguel Polo (izquierda) en el campamento de verano de Amat CEDIDA

Cuenta que amaba su trabajo, una persona tan dinámica era necesaria para hacer más llevadero el internamiento a los usuarios. Concretamente trabajaba en la comunidad terapéutica Vegas Altas de Don Benito, acompañando con su buen humor a los usuarios en su día a día. Los fines de semana realizaban actividades de ocio, y a él le encantaban desde siempre los campamentos. El gerente de la asociación cuenta que en verano la parroquia siempre hace un campamento en Losar de la Vera, donde comparten una semana entera quitando hierbas, pintando y preparando todo aquello. Aunque lo que más le gustaba era el agua, siempre estaba en el agua.

Además, durante todos estos años ha continuado cerca de la Iglesia, bien mediante la catequesis bien mediante su trabajo en Amat. Su esposa afirma que era muy feliz en su trabajo, puesto que siempre decía: «Yo no soy de altares, yo soy de estar entre las personas que necesitan de mí, como hizo Jesucristo».

Cati y Miguel se casaron por lo civil en Navidad en Miajadas, ya que tuvo una gran mejoría el día de Nochebuena, 'resucitó' como él dijo. Sin embargo, su esposa cuenta que tenía una espinita clavada, porque quería que Dios bendijera su matrimonio, la fe siempre fue una constante en su vida. «El 4 de febrero, ingresado de nuevo en el hospital, llamó a un tío suyo que es cura. Justo un día después, el 5 de febrero, un sacerdote vino a la habitación con todos los documentos de la secularización, incluyendo la dispensa del Papa. No sé cómo lo consiguió, pero fue un ángel», cuenta Cati, que está segura de que Miguel aguantó hasta poder casarse por la Iglesia, como un milagro, feliz porque Dios había bendecido su amor.

Estará eternamente agradecida a las enfermeras del hospital San Pedro de Alcántara, que se volcaron con ellos para que pudiera cumplir su sueño, porque, como ellas decían, Miguel transmitía luz.

Una gran herencia

Una persona diferente, que decían transmitía luz CEDIDA

Un hombre que dejó todo por amor, pero que jamás dejó su amor por Dios, siempre con la esperanza de que la Iglesia Católica permitiera algún día que los curas pudieran tener una familia, porque un amor no es incompatible con otro. Un hombre que dejó en herencia el amor, la fuerza, la bondad, la humildad y, sobre todo, su eterna sonrisa.

'El hombre de la eterna sonrisa' le llamaban CEDIDA

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